viernes, 20 de diciembre de 2013

"Lo más triste es no poder ver a mis hijos"

FUENTE   :  EL PINGUINO
 
 
 



Un día después de aprobar la tesis, con nota 7, para titularse de educadora de párvulos, y convertida en un verdadero ejemplo de vida, Carola Barría Guerrero, fue ayer muy felicitada.
El día se le pasó rápido atendiendo el llamado de amistades y revisando el Facebook, gracias a un programa que le instalaron las integrantes de Agaci.
Solamente las personas que han tenido la fortuna de hablar con Carola pueden corroborar el ángel que lleva por dentro. Son pocos los que pueden soslayar un obstáculo tan grande como el que le puso la vida a esta madre de tres hijos: Alan Nicolás (12 años), Ignacio Benjamín (2 años) y Juan Alejandro (8 meses).
Carola fue víctima de un episodio de violencia intrafamiliar el domingo 8 de septiembre, en manos de su ex pareja, quien enloquecido le arrancó los ojos y la dejó ciega de por vida. Hecho que un médico describió tajantemente como “una maldad de otro mundo”, y añadió: “Esto es horrible y tremendamente desgarrador”. Recuperada de la “enucleación” (salida del globo ocular), le implantaron las prótesis oculares.
-¿Carola, después de lo que pasaste recibiste mucho cariño?
“Mucho, algo que jamás pensé que podría suceder. Jamás imaginé que la gente me iba a apoyar tanto o que se iban a sensibilizar frente a este tema. Yo tampoco lo pensé porque jamás imaginé vivir una situación como esta. La gente se ha portado bien conmigo, me han felicitado bastante, y uno nota cuando la gente es sincera”.
-¿Qué ha sido lo más difícil para ti, después de todo este proceso?
“Lo más difícil y triste, y así lo he comentado siempre, es no poder a ver mis hijos. Eso es lo que más me afecta. No tanto que no pueda ver, pero sí el hecho de no poder verlos a ellos sonreír, porque ellos son guaguas y hacen muchas cosas que me las tengo que imaginar”.
-¿Debe ser muy fuerte para una persona que siempre tuvo visión perderla repentinamente?
“Sí, ha sido difícil, sobre todo con el más pequeño, porque al de dos años lo vi crecer, gatear y disfruté sus primeras expresiones. Sin embargo con el de ocho meses (Juan Alejandro), no puedo vivir el mismo proceso”.
-¿Y en lo práctico, para moverte en la casa y hacer tus cosas, cómo lo haces?
“Me manejo bien, he tenido mis tropezones pero nada grave. En la casa no tengo dificultades ni tampoco en la de mis amigas porque ya las conocía. Tengo la imagen mental donde tenían un sillón o un mueble”.
-¿Te sientes un ejemplo de vida, como muchos piensan que lo eres?
“Todavía no lo asimilo de esa forma. Me cuesta visualizar que soy ejemplo para la gente y comprenderlo así, porque siempre he sido una persona de bajo perfil. Hay mucha gente que quiere saber de mí, que me saluda y envía palabras lindas. Pero de repente es difícil pensar que uno pueda causar en gente que uno ni conoce algo tan grande, hasta admiración, realmente es difícil creerlo. Incluso antes de que me sucediera esto yo era de las personas que muchas veces me amargaba por cosas pequeñas y andaba mal. Pero después de lo que pasé cambié y lo he aceptado, incluso de mejor manera de lo que he aceptado cosas más chicas”.
-¿Pensaste en algún momento no seguir viviendo?
“Solamente el primer día, y las posteriores horas a mi tragedia, porque en un momento sentí que nada tenía sentido y que no iba a poder continuar. Incluso pensé que esa noche me moría, pero luego pasaron dos o tres días y comencé a sentir el cariño de la gente. Eso me ayudó mucho. Recuerdo que llegaban a decirme que afuera había mucha gente (en el hospital), algunos que jamás me hubiese imaginado que se tomaran un minuto para ir a verme y eso fue impactante, muy asombroso. Ahí dije, no le puedo fallar a mi familia y a la gente que me envía tanta fuerza, y me propuse continuar como fuera”.
-¿Abrigas algún rencor?
“No, la verdad es que no. Ni la gente ni mi siquiatra lo entienden, porque simplemente no guardo rencores. Me gusta vivir así, porque si tengo odio en el corazón simplemente no voy a poder avanzar. Prefiero quitarme todo lo malo de encima. Mi destino ya fue así, me sucedió y no puedo volver el tiempo atrás. Solamente me queda seguir y lograr todo lo que me proponga, como siempre lo he hecho, con o sin visión. Me va a costar más pero nada es imposible, porque querer es poder”.
Lo que más nos pidió Carola fue agradecer públicamente a una de sus amigas entrañables: Marianella Hernández, quien desde cuando ocurrió la tragedia la visita todos los días. Y también Lúna López, con quien defendió la tesis y consiguieron distinción máxima.
Claro que el aliciente mayor son sus hijos. Por ellos ha sido capaz de dar vuelta la página y pensar en positivo.

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